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Los antioxidantes son sustancias que protegen a las células del organismo de los efectos de los radicales libres. Estos regulan el efecto de los mismos sobre las células, limitan y reparan el daño ocasionado por ellos. Los radicales libres son moléculas que se producen durante los procesos metabólicos, la respiración y el ejercicio, por la exposición ambiental al humo y a cualquier tipo de radiación (ya sea proveniente de computadoras, radios, radiografías o microondas) y durante situaciones de estrés (emocional, por infección o traumatismo), principalmente. Es decir, la generación de radicales libres es parte de todos los días.

Asimismo, estar expuestos al oxígeno también causa oxidación y, por tanto, generación de radicales libres. El oxígeno es así fuente de vida y agente oxidante. Nuestra naturaleza nos condiciona a vivir en constante oxidación.

Sin embargo, es prudente aclarar que la generación de radicales libres en sí no es perjudicial y que el problema aparece cuando la cantidad de estos que se generan supera la capacidad antioxidativa que pone en marcha nuestro cuerpo, lo que da por resultado la muerte celular y contribuye, de esta forma, a los procesos de envejecimiento y desarrollo de enfermedades como cáncer, diabetes, aterosclerosis, procesos inflamatorios crónicos y cataratas, entre otras.

Nos podemos beneficiar de los antioxidantes al consumir una amplia y variada cantidad de frutas y vegetales en forma diaria, por la presencia de vitamina C y beta carotenos. Otro antioxidante imprescindible en nuestra alimentación es la vitamina E, presente en las frutas secas, semillas y aceites.

Es muy importante resaltar que, cuando la exposición a agentes oxidantes es mayor (como en los fumadores), así también debe ser la incorporación de alimentos que sean fuente de antioxidantes. Tal es el caso de la vitamina C, cuya recomendación se encuentra en los 60 mg/d para adultos, sugiriéndose un consumo de 100 mg/d para los fumadores.

El vino y los antioxidantes

En los últimos años, se ha comenzado a hablar de la actividad antioxidante del vino, que se atribuye a su contenido en compuestos fenólicos como el resveratrol, ácido cafeico, epicatequina y ácido gálico, entre otros. Estos fenoles determinan las características organolépticas del vino y su contenido depende de varios factores: la variedad de las uvas, su proceso de elaboración, la extracción y tiempo de almacenamiento. De acuerdo a un estudio llevado a cabo por el Laboratorio de Tecnología Química de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y Agrimensura-UNNE, sobre “Actividad antioxidante y contenido en fenoles totales en vinos de origen nacional”, los valores promedio de la actividad antioxidante para los vinos tintos de origen nacional es 3 veces superior a la de los vinos rosados y 8,5 veces mayor que en vinos blancos.

Por esta capacidad antioxidante del vino, atribuida principalmente al resveratrol, es que se considera benéfico consumir un vaso diario en la mujer y dos vasos en el hombre. Es de vital importancia resaltar que los beneficios no se incrementan al aumentar la ingesta más allá de lo sugerido, y tampoco se recomienda que aquellos que no consuman alcohol comiencen a hacerlo. Además, debemos tener en cuenta que el vino es una bebida de alto contenido calórico: un vaso de vino tinto o blanco (150 cc) con un 12% de graduación alcohólica aporta 120 calorías, y es debido a esto que no se recomienda a aquellas personas que desean bajar de peso.

Lic. Nadia Manuale