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El término epigenética fue introducido por primera vez en 1953 por Conrad Hal Waddington para referirse al estudio de las interacciones entre genes y ambiente que se producen en los organismos. Tras la finalización del Proyecto Genoma Humano en el 2001, los científicos se dieron cuenta que las bases moleculares del funcionamiento celular encierran innumerables enigmas. La idea de que los seres humanos y los demás organismos son solo lo que está escrito en sus genes desde su concepción, caducó hace rato y la ciencia avanza para descifrar el lenguaje que codifican pequeñas modificaciones químicas capaces de regular la expresión de multitud de genes.

¿De qué se trata?

Para volcarlo en simples palabras, nuestras propias experiencias pueden marcar nuestro material genético de una forma hasta ahora desconocida, y estas marcas pueden ser transmitidas a generaciones futuras (los cambios epigenéticos pueden sobrevivir hasta cuatro generaciones sucesivas). Al día de hoy se han podido discernir mecanismos epigenéticos en una gran diversidad de procesos fisiológicos y patológicos que incluyen, por ejemplo, varios tipos de cáncer, patologías cardiovasculares, neurológicas, metabólicas, reproductivas e inmunes.

¿Cómo nos afecta el medio ambiente?

La epigenética estudia las modificaciones en la expresión de genes por causas ambientales, que no producen una alteración de la secuencia del ADN pero que son heredables. Son diversos los factores ambientales que modulan los cambios epigenéticos: el estrés, la alimentación, la actividad física y otros relacionados con la obesidad, como la hiperglucemia, el estrés oxidativo, la hipoxia o la inflamación.

Los disruptores endócrinos son sustancias químicas artificiales que contaminan el medio ambiente. Su peligrosidad radica en que pueden alterar las funciones del sistema endócrino cuando son absorbidas o ingeridas por las personas. Debido a que solo una pequeña fracción de los químicos considerados potenciales disruptores hormonales fueron testeados, la Organización Mundial de la Salud asume que solo se ha examinado la “punta del iceberg”.

Los disruptores podrían alterar señales celulares involucradas en el peso corporal, la homeostasis lipídica y hasta la distribución grasa. Son posibles obesógenos o “disruptores metabólicos” los metales pesados, solventes, ftalatos, plaguicidas organofosforados y organoclorados como el DDT, entre otros.
Los más cuestionados son los plaguicidas, que por ser lipofílicos resultan capaces de bioconcentrarse en la cadena alimentaria. Al almacenarse en la grasa corporal pueden ser transmitidos a la descendencia a través de la placenta.

¿Qué se sabe hasta ahora?

La susceptibilidad a cambios en el epigenoma varía en las distintas etapas del ciclo vital, ya que existen periodos en los que existe mayor predisposición a los mismos como son la época fetal y postnatal, la infancia y la adolescencia, etapas en las que es más probable que se produzcan cambios epigenéticos de magnitud importante.

Diversos estudios enfocados en la nutrición perinatal han demostrado que cambios en la alimentación durante el embarazo están implicados en la programación de la descendencia hacia el desarrollo de ciertas patologías. Y como si esto fuera poco, otros estudios sugieren que las diferencias interindividuales en relación con la susceptibilidad a desarrollar obesidad no solo dependen de la ingesta, el gasto energético y la secuencia genética del individuo, sino también de la herencia epigenética y de influencias nutricionales y de estilo de vida que tienen lugar durante el período intrauterino o durante la adultez, y que modifican las marcas epigenéticas pudiendo afectar a la expresión de los genes.

De esta forma, la epigenética podría ser la clave para comprender procesos como la programación fetal, la diferenciación de ciertos tipos celulares y el desarrollo de enfermedades crónicas en el adulto, procesos que interactúan con la ingesta dietética y otros factores ambientales.

Sumamos, entonces, otro motivo más para poner el énfasis en nuestra alimentación y adquirir hábitos que nos permitan llevar una vida plena y saludable, no solo para el beneficio propio sino también para el de nuestra posteridad.

Lic. Nadia Manuale